La experiencia de comer en casa Acuña

Viajes

Hay lugares que son mucho más que un destino; son una experiencia completa para los sentidos. Para mí, la Illa de Ons, esa joya perteneciente al Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia, es uno de ellos. Recuerdo perfectamente la última vez que la visité: el viaje en barco desde la ría, sintiendo la brisa marina y viendo cómo la costa se alejaba para dar paso a la belleza salvaje de la isla. Tras desembarcar y dejarme maravillar una vez más por sus playas y senderos, sabía que había una parte fundamental del ritual de Ons que no podía faltar: una parada para comer en el legendario restaurante casa acuña ons.

Situado estratégicamente cerca del muelle, Casa Acuña es toda una institución en la isla. No es un lugar de lujos ni pretensiones; su encanto reside en su autenticidad, en ese aire de casa de comidas de toda la vida, donde lo que importa de verdad es la calidad del producto y la tradición marinera. Recuerdo el ambiente bullicioso y alegre al entrar, una mezcla de familias isleñas, excursionistas y viajeros, todos congregados con un objetivo común: disfrutar de la gastronomía local. Encontramos una mesa y la expectación creció.

Aunque la carta ofrecía diversas tentaciones del mar, había un plato que era casi una obligación pedir, la estrella por la que Casa Acuña es tan renombrado: el pulpo. Pedimos una generosa ración de polbo á feira. Cuando llegó a la mesa, presentado como mandan los cánones sobre su plato de madera, el espectáculo visual y olfativo fue inmediato. Los trozos de pulpo, perfectamente cocidos, lucían un color intenso, regados con abundante aceite de oliva virgen extra, salpicados de pimentón (dulce y un toque picante) y sal gorda. El aroma era embriagador. Pero lo mejor, sin duda, fue el primer bocado. La textura era sublime: increíblemente tierno, nada chicloso ni deshecho, justo en ese punto perfecto que tan difícil es lograr. El sabor, puro mar, realzado por el aceite y el pimentón de calidad. Hacía honor, y con creces, a la fama que le precede.

Pero no solo de pulpo vive el hombre, aunque casi podríamos. También compartimos una ración de pescado fresco del día, creo recordar que era una lubina salvaje, simplemente hecha a la plancha para respetar todo su sabor. Y no faltaron unos buenos cachelos (patatas gallegas cocidas) y una cesta de pan rústico, imprescindible para dar buena cuenta de los jugos del pulpo y del pescado. Todo ello, por supuesto, regado con un vino Albariño de las Rías Baixas, servido bien frío, que armonizaba a la perfección con los sabores marinos.

Comer en Casa Acuña fue mucho más que una simple comida; fue sumergirse en la esencia de Ons, saborear la tradición y el producto local en su máxima expresión. Es esa cocina honesta, sin artificios, basada en la frescura del mar que rodea la isla, lo que convierte la experiencia en algo tan auténtico y memorable. Salí de allí con el estómago lleno, el paladar feliz y un recuerdo imborrable de uno de los mejores pulpos que he probado nunca. Sin duda, una parada esencial en cualquier visita a Ons.

Related Posts